ESTUDIO BIBLICO

08.11.2013 19:00

LA PUERTA ESTRECHA

En tiempos de Jesús como en nuestros días surge la pregunta de ¿cuántos se salvarán al final de los tiempos? Los Testigos de Jehová que tanto tocan a nuestras puertas tienen como bandera esta pregunta e incluso, afirman que solo 144.000 irán al cielo y los otros quedarán en La Tierra. Esto solo es un ejemplo y, por supuesto errado, de lo tanto que preocupa al ser humano el tema de la vida futura. Por eso, Jesús nos aclara y nos dice en dónde debe estar nuestra preocupación. Con la metáfora de la puerta estrecha nos da a entender lo que debe significar para un verdadero cristiano su vida y el paso por este mundo. Jesús no responde directamente a la inquietud de su interlocutor anónimo, sino que comienza su intervención invitando a esforzarse por entrar por “la puerta estrecha”. De esta forma, Jesús deja muy en claro que la sola pertenencia a un grupo religioso, en nuestro caso el ser Cristianos, no me garantiza que ya estoy salvado. No se trata de algo mágico o sociológico como lo pensaban los judíos de entonces y como lo creen algunos grupos religiosos que se han separado de la Iglesia y van predicando fanáticamente que algunos se salvarán y otros se condenarán si pertenecen o no a su secta religiosa. Cristo desestima estos cálculos y deja muy en claro que la conquista de la salvación eterna depende de la ascesis, del esfuerzo, de la lucha por el bien, por la santidad, por ser mejores cada día, por vivir de acuerdo a su mensaje, siendo coherentes; es esto lo que nos señalará que estamos encaminados hacia la patria futura; porque al final, la certeza de nuestra salvación la tiene Dios y no nosotros. Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de Cristo que vino al mundo para mostrarnos el camino que conduce hacia el cielo. Todo el que busca sinceramente a Cristo en este mundo y lo sigue con fidelidad se salvará. Dios no se encierra en élites religiosas o pequeños grupos que afirman tener la verdad. Él fundó una sola Iglesia, Santa por su cabeza y pecadora por sus miembros. La Iglesia Cristiana.

Se trata más bien de imitar el ejemplo de Cristo en este mundo, seguir sus pasos, para poder llegar a la casa del Padre y disfrutar de su presencia por toda la eternidad; pero esto exige esfuerzo, dedicación, fidelidad, perseverancia y sobre todo amor; porque sin amor la vida cristiana dejaría de ser tal y se convierte en un culto vacío que no agrada a Dios. Por eso, esas sectas que van sembrando odios y rechazos de casa en casa, confundiendo la buena fe de las personas, calumniando y hablando mal de otros cristianos, van echando en saco roto la esencia del cristianismo que está en el amor. Dice Jesús: “Por sus frutos los conocerán”. En fin, entre la neurosis fanática y la indiferencia religiosa debe estar o mediar la sincera conversión del corazón a Dios para poder participar de su Reino; conversión que se mide por el grado del amor al hermano, sea quien sea o esté donde esté.